Los verdaderos antisistema han tomado las cortes,los ayuntamientos, las diputaciones,las televisiones... .

martes, 2 de junio de 2009

CON DESTINO A MADRID


JORGE DIAZ GARCIA

Solo habían pasado siete días. Es curioso como puede pasar de rápido una semana, pero ese no es mi caso. Los días están vacíos, tristes y oscuros como una canción de blues. Canción que en este momento invade mi habitación.

Me esfuerzo con todo mi corazón pero las palabras no fluyen. No encuentro las palabras necesarias para decirte lo que siento. Tal vez solo lo pueda trasmitir con la música que seguramente ella no comprenda. De que sirve entonces, que sentido tiene saber expresar con la música lo que sientes si la persona que quieres no se va a conmover.

Es curioso como hilas tus palabras para formar una conmovedora carta que parece que se ha amarrado a mi estomago. No le ha llevado mas de una hora y a sabido expresar perfectamente el amor que siente por mi. Tal vez yo no sienta lo mismo. Tal vez engañado por la soledad sienta la obligación de quererte. Quien sabe, pero mis palabras no fluyen, están enredadas y temo que no sepan soltarse.

Solo han pasado cuatro días y ya soy esclavo de la rutina que siembro cuando no estas. Me despierto en una cama empapada en sudor tras pelearme con mis sueños. Me arrastro por el suelo hasta sentarme en el ordenador. Mientras se enciende, enciendo un cigarro seco que despierta mi garganta suplicando por una bocanada de aire limpio. Miro el correo, no has dejado ni un arañazo. Necesito saber que estas al otro lado de la pantalla esperando a que te hable. Pero al no encontrar respuesta sé que no es así. Cojo un bolígrafo mordisqueado e intento escribirte lo que siento. Un día más no encuentro las palabras.

Siento como los acordes de la canción empiezan a entrar en mi cuerpo. El pulso del blues empieza a formar parte de mí. Cuanto más pienso en ti más me posee el blues. Poco a poco empiezo a formar parte de él. Empiezo a entrar dentro de la canción, hasta pasar a formar parte de ella. Mis dedos se mueven al ritmo de la guitarra como si estuviera tocando la canción. Es impresionante como viene a mi mente la próxima nota antes que llegue en la propia canción. Empiezo a formar parte de la canción. Estoy dentro de la canción que forma parte de mí. Estoy dentro de la canción que yo mismo soy, soy la canción, soy música.
Por un momento un chirriante y desacompasado sonido me hace volver a la realidad y abandonar la música. Contesto al teléfono y escucho una dulce voz que supera sin duda las calidas notas del blues. Soy esclavo de una preciosa conversación en la que me lees una de las mejores cartas que se le pueden leer a una persona. Una tímida lágrima se desliza por mi mejilla. Una pequeña lágrima que sin querer ser retenida salta valiente al vacío viendo como las demás lagrimas son retenidas por mi voluntad.
En ese momento, me decidí a escribirte lo que yo siento. Me despedí con un tímido te quiero como si no pudiera ya superar la belleza de esa carta. Sentado en el sofá encendí un cigarro y en un papel vacío intenté escribir el amor.
La canción había terminado y en la tele se apreciaban programas que vendían los últimos inventos para estar más delgado. Me desperecé un poco y me senté al ordenador. Eran las cuatro de la madrugada. Una colilla de un porro se escondía en el cenicero. Al lado solo había un bolígrafo nuevo y un papel vació.


Solo han pasado diez días. Me despertó la música que llevaba toda la noche sonando. Era la hora de comer y así lo hacia saber mi madre pegando un grito por la escalera. Después de desayunarme la comida sentado en el ordenador encendí un cigarro. Un correo tuyo me hablaba de cuanto me querías y cuanto me echabas de menos. Las palabras estaban ocultas en el fondo de mi cabeza y era imposible sacarlas. En la mesa un bolígrafo sin tapa y un papel vacío que empezaban a ser mi compañero habitual. Pensé en escribir las palabras te quiero repetidas en un papel. Pero pronto me di cuenta que necesitaría más papel del que pudiera comprar. Tumbado en el sofá poco a poco mis pensamientos se enredan con un inesperado sueño. Me miras a los ojos fijamente mientras te pregunto si me quieres. Apenas salio mi ultima palabra de la boca, - solo quiero que me comas el coño. ¿Me lo quieres comer?-. Mis ojos se abrieron como si hubiera caído una bomba. El sueño había tocado mis pensamientos. Me hacia dudar si lo único que querías es que te comiera el coño. O si tal vez eso es lo único que yo deseaba. Lo mismo debido a eso tenía como compañero un bolígrafo sin tapa y un papel vacío.
No puedo parar de dormir. Duermo de día, sueño de noche. No puedo tenerte con migo y duermo. Me duermo pensando en ti para que así nos crucemos en un sueño.


Ya han pasado doce días. Un autobús con destino a Madrid, en el que me encontraré contigo en esa estación que observa lo preciosa que te has puesto para que tras tanto tiempo sin vernos tenga una buena impresión de ti. Atrapados en un sólido abrazo noto rozar el corazón que tanto he echado de menos. Me das una carta con un beso plasmado. Y miras fijamente mis ojos pidiendo ser correspondida. Te beso y observo tu mirada. Veo como me estas pidiendo a voces que te diga cuanto te quiero y cuanto te importo. Meto la mano en mi bolsillo y saco un arrugado papel. Tu mirada fija en el mugriento papel desvelaba tu frágil decepción. Desanimada extendiste el papel y con cada vez más interés leíste lo que decía.

Llevo doce días intentando escribirte lo que siento en este vacío papel. Lamento decirte que no he sido capaz. He visto este maldito papel vacío día tras día. Y cada vez que lo miraba me dolía el alma al no poder desbordarlo de palabras. Dude si de verdad te quería. Y me enseñé, que lo que no quería, era llenar ese papel. Lo que no quería, era escribir ese papel solo, no quiero contar la historia solo. Prefiero que este papel se llene de la historia que escribamos juntos. La que vivamos juntos. Nuestra historia.