Se trata de personas que fueron delincuentes en vida y murieron a manos de la policía. Algunos devotos les piden protección y otros que se haga justicia.
CARACAS.- Karina Perdomo, una joven de 22 años vestida de negro, contempla pensativa, mientras fuma un cigarro, la figura de un santo en el Cementerio General del Sur, en Caracas. Pero el santo al que ha venido a visitar es único: se llama Ismael, lleva una gorra de béisbol y gafas oscuras, fuma un cigarrillo y porta una pistola.
Se trata del rey de los "santos malandros", una corte de populares "santos" que fueron delincuentes en vida y murieron a manos de la policía en los años 60 y 70. Muchos venezolanos los adoran a pesar de no ser reconocidos por la Iglesia, una característica típica del sincretismo católico en el Caribe y Venezuela, donde la religión se mezcla a diario con la adoración de héroes locales.
Su popularidad se ha disparado con el aumento del crimen en los diez años de mandato del Presidente Hugo Chávez. Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del mundo con 130 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según la revista estadounidense Foreign Policy, empujando a muchos a pedir protección a los espíritus.
"Vengo por la muerte de mi prometido... lo mataron injustamente para robarle su moto. Vine en un arranque de locura nueve meses después de muerto, todavía no habían arrestado a nadie, le pedí a Ismael que la persona que lo mató cayera y a los dos días fue arrestado y se hizo justicia", afirma Karina con ojos llorosos.
"Él es todo para mí, nos protege a mí y a mi familia, desde entonces vengo aquí al menos una vez por mes", añade con una sonrisa.
Pero mientras ella habla, llega un adolescente, se agacha, da unos toques con el puño a la tumba para saludar a Ismael y enciende con cuidado un cigarrillo en la boca del santo. Se llama Johnny y viene aquí para pedirle que siga siendo capaz de burlar a la policía.
"Es mi única esperanza, estoy vivo gracias a él; me han disparado 22 veces", afirma mientras se levanta su camiseta para mostrar las cicatrices en su torso.
Espíritus bajos
El verdadero nombre de Ismael era Francisco Carrillo y es considerado una especie de Robin Hood; robaba dinero a los ricos para dárselo a los pobres. Comparte con otros "santos malandros" este panteón, situado en el corazón del cementerio.
Éste se encuentra rodeado de miserables casuchas de ladrillo que penden de las colinas de alrededor y que conforman los barrios donde vive la mayoría de los caraqueños y donde ocurre el 80% de los crímenes.
Ismael es el padre de la Corte Malandra, que también incluye a Miguelito, quien perteneció a su banda; Tomasito, quien, la leyenda dice, murió de 132 tiros de la policía cuando intentaba robar un banco; "El Ratón"; "Petróleo Crudo"; y la "Malandra" Isabelita.
La Corte pertenece al popular "culto marialioncero", conformado por la Santísima Trinidad Alternativa de María Lionza, diosa de la naturaleza y el amor, cuya estatua domina la autopista a Caracas; el cacique Guaicaipuro; y el "Negro" Felipe.
Los "santos malandros", sin embargo, son los espíritus más bajos, con menos luz dentro de la jerarquía del culto de María Lionza, ya que deben hacer el bien para redimir los pecados que cometieron en vida. Esto explica por qué son ignorados por muchos santeros, aunque esto no evita que cada vez más gente acuda al cementerio a ofrecerles cerveza, anís y hasta cuchillos para rogarles protección, pedir que un hijo salga de prisión o hasta tener suerte antes de un robo.
"Los ricos vienen y dejan sus autos allá", afirma William Contreras, encargado del cementerio, señalando una calle cercana dentro del campo santo, agregando que esta tumba fue construida hace 25 años. Y añade: "A la tumba de Ismael no sólo vienen jóvenes sino adultos de diferentes estratos sociales y también policías, miembros del Ejército y hasta gente de la Iglesia Católica".
La popularidad de Ismael y su corte es tal, que sus figuras se venden en las tiendas del caótico mercado situado afuera del cementerio, entre puestos de venta que ofrecen desde cerveza y helados hasta ropa de niño y flores para los muertos.
Los clientes prefieren a Ismael, cuya figura cuesta 25.000 bolívares (12 dólares), cuenta Silvia Correya, propietaria de una de estas tiendas, mientras contempla su figura, colocada junto a una de la Virgen y de otros "santos malandros": "Hace tiempo que la gente compra estos santos, pero en los últimos dos o tres años la mayoría de los clientes son jóvenes; se ha convertido en una moda".
CARACAS.- Karina Perdomo, una joven de 22 años vestida de negro, contempla pensativa, mientras fuma un cigarro, la figura de un santo en el Cementerio General del Sur, en Caracas. Pero el santo al que ha venido a visitar es único: se llama Ismael, lleva una gorra de béisbol y gafas oscuras, fuma un cigarrillo y porta una pistola.
Se trata del rey de los "santos malandros", una corte de populares "santos" que fueron delincuentes en vida y murieron a manos de la policía en los años 60 y 70. Muchos venezolanos los adoran a pesar de no ser reconocidos por la Iglesia, una característica típica del sincretismo católico en el Caribe y Venezuela, donde la religión se mezcla a diario con la adoración de héroes locales.
Su popularidad se ha disparado con el aumento del crimen en los diez años de mandato del Presidente Hugo Chávez. Caracas se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del mundo con 130 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según la revista estadounidense Foreign Policy, empujando a muchos a pedir protección a los espíritus.
"Vengo por la muerte de mi prometido... lo mataron injustamente para robarle su moto. Vine en un arranque de locura nueve meses después de muerto, todavía no habían arrestado a nadie, le pedí a Ismael que la persona que lo mató cayera y a los dos días fue arrestado y se hizo justicia", afirma Karina con ojos llorosos.
"Él es todo para mí, nos protege a mí y a mi familia, desde entonces vengo aquí al menos una vez por mes", añade con una sonrisa.
Pero mientras ella habla, llega un adolescente, se agacha, da unos toques con el puño a la tumba para saludar a Ismael y enciende con cuidado un cigarrillo en la boca del santo. Se llama Johnny y viene aquí para pedirle que siga siendo capaz de burlar a la policía.
"Es mi única esperanza, estoy vivo gracias a él; me han disparado 22 veces", afirma mientras se levanta su camiseta para mostrar las cicatrices en su torso.
Espíritus bajos
El verdadero nombre de Ismael era Francisco Carrillo y es considerado una especie de Robin Hood; robaba dinero a los ricos para dárselo a los pobres. Comparte con otros "santos malandros" este panteón, situado en el corazón del cementerio.
Éste se encuentra rodeado de miserables casuchas de ladrillo que penden de las colinas de alrededor y que conforman los barrios donde vive la mayoría de los caraqueños y donde ocurre el 80% de los crímenes.
Ismael es el padre de la Corte Malandra, que también incluye a Miguelito, quien perteneció a su banda; Tomasito, quien, la leyenda dice, murió de 132 tiros de la policía cuando intentaba robar un banco; "El Ratón"; "Petróleo Crudo"; y la "Malandra" Isabelita.
La Corte pertenece al popular "culto marialioncero", conformado por la Santísima Trinidad Alternativa de María Lionza, diosa de la naturaleza y el amor, cuya estatua domina la autopista a Caracas; el cacique Guaicaipuro; y el "Negro" Felipe.
Los "santos malandros", sin embargo, son los espíritus más bajos, con menos luz dentro de la jerarquía del culto de María Lionza, ya que deben hacer el bien para redimir los pecados que cometieron en vida. Esto explica por qué son ignorados por muchos santeros, aunque esto no evita que cada vez más gente acuda al cementerio a ofrecerles cerveza, anís y hasta cuchillos para rogarles protección, pedir que un hijo salga de prisión o hasta tener suerte antes de un robo.
"Los ricos vienen y dejan sus autos allá", afirma William Contreras, encargado del cementerio, señalando una calle cercana dentro del campo santo, agregando que esta tumba fue construida hace 25 años. Y añade: "A la tumba de Ismael no sólo vienen jóvenes sino adultos de diferentes estratos sociales y también policías, miembros del Ejército y hasta gente de la Iglesia Católica".
La popularidad de Ismael y su corte es tal, que sus figuras se venden en las tiendas del caótico mercado situado afuera del cementerio, entre puestos de venta que ofrecen desde cerveza y helados hasta ropa de niño y flores para los muertos.
Los clientes prefieren a Ismael, cuya figura cuesta 25.000 bolívares (12 dólares), cuenta Silvia Correya, propietaria de una de estas tiendas, mientras contempla su figura, colocada junto a una de la Virgen y de otros "santos malandros": "Hace tiempo que la gente compra estos santos, pero en los últimos dos o tres años la mayoría de los clientes son jóvenes; se ha convertido en una moda".