jueves, 20 de agosto de 2009
El fundador de los Legionarios de Cristo tenía doble personalidad y era adicto al demerol
EFE
SANTIAGO DE CHILE
El fallecido sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, tenía doble personalidad y era adicto al demerol, según revela un reportaje televisivo que se ha dado a conocer hoy en Chile. En el reportaje se incluyen varias declaraciones de testigos que afirman que Maciel tomaba demerol, un narcótico analgésico perteneciente al grupo de los opioides sintéticos.
Maciel, nacido en 1920, falleció el 31 de enero de 2008 tras una vida controvertida, en la que fue apartado del ministerio público por el Papa Benedicto XVI por la sospecha de haber practicado la pederastia y de haber cometido abusado sexualmente de sus compañeros. "Los médicos cercanos al padre Maciel han dicho que tenía dos personalidades distintas. No solamente un tema de doble vida. En un momento era el fundador y en otro era un pobre hombre", ha declarado en el reportaje el cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago de Chile.
El programa también incluye las declaraciones del cardenal Jorge Medina, quien recibió en 2004 informaciones del exsacerdote chileno Patricio Cerda sobre los presuntos abusos cometidos por Maciel, las cuales fueron remitidas al entonces jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger.
Los seminaristas conseguían la morfina
El reportaje recoge además testimonios de seminaristas que aseguran haber sufrido abusos por parte de Maciel, entre ellos el actual sacerdote Félix Alarcón, que ejerció como secretario personal del religioso mexicano. Alarcón afirma que Maciel se inyectaba periódicamente una sustancia derivada de la morfina para calmar supuestos dolores, y explica que el sacerdote enviaba a los seminaristas para conseguir la sustancia.
Otro de los exseminaristas denunciantes, José Barba, sostiene que Maciel abusaba de ellos y que el fundador de los Legionarios de Cristo les ordenaba después mantener en secreto estas supuestas prácticas, además de no aludir a ellas ni siquiera en sus confesiones.