miércoles, 26 de agosto de 2009
La farsa que se avecina
Jaime Richart en Kaos en la Red
Pero hay países que o recurren menos a ella o la interpretan mejor, y otros, como Estados Unidos y España, donde la farsa está institucionalizada y es motor de la credibilidad de las instituciones y de sus creyentes.
En Estados Unidos, a la escala gigantesca de todo lo suyo, la farsa, las farsas, se multiplican como la masa crítica y alcanzan niveles que, para otros países que los observan a miles de millas de distancia, son de escándalo. Son escandalosas pero sus patricios –los wasp-, entre ingenuos y estúpidos, las creen o fingen creerlas mejor que en otros puntos de la tierra la población cree las suyas. En España, por ejemplo. Porque en España se parte de una convención: que hay separación entre los poderes del Estado. Pero no la hay, sólo en cuestiones de justicia ordinaria –y habría mucho que hablar- y el llamado derecho de gentes. En las que tienen alguna relación con la política, el poder judicial se desmarca de su independencia, cierra filas y, como en su mitosis la ameba, queda dividido en dos partes: una por cada partido mayoritario. No hay más que ver quiénes son los miembros del Tribunal Constitucional: todos nombrados por las Cortes, el CGPJ y el gobierno. O sea, todos, aquel y estos, afines a uno de los dos partidos mayoritarios. La Justicia aquí la hacen los que piensan según las claves de los dos partidos de derecha, uno de extrema y el otro moderada. Y aún éste depende de la materia, porque en cuestiones como la vasca no se sabe cuál de los dos partidos es más villano...
Pues bien, en Estados Unidos comienza otra nueva farsa. Obama da carta blanca para procesar a algunos de los agentes que dirigieron o cometieron torturas. Todo se saldará con sentar en el banquillo a media docena de individuos elegidos casi por sorteo, para satisfacer la sed de venganza de millones de seres humanos que se conformarán asimismo con la farsa porque la sociedad humana está gobernada por la necedad y el detalle de las apariencias...
Hoy dicen los republicanos, sin ruborizarse, que perseguir a los culpables de tan horrendos crímenes constituye una caza de brujas. Y en efecto, brujas maléficas son todos los culpables. Las brujas y el brujerío no siempre son fabulosos. Precisamente fueron, y son, brujas todas esas que incitaron e incitan a cometer el crimen por placer bajo el manto de un merecimiento o de una justicia a la medida de ellas con alma criminal. Brujería es lo que hacen los depravados torturadores que luego retuercen la justificación de sus infamias invitándonos a imaginar lo que hubiera sucedido si no se le hubieran arrancado a dentelladas la confesión a multitud de desgraciados. No les importa que todo el mundo sepa que ni siquiera en ese supuesto fuese precisa la tortura, pues para arrancar verdades basta hoy día una inyección inocua... El caso es que las brujas ya localizadas, son George W. Bush, Dick Cheney y John Yoo.
Pero estamos de vuelta de todo de lo yanqui. Hacer pagar el pato a unos cuantos chivos expiatorios de unos pocos casos concretos bastará para asombrar al mundo Obama que ha rectificado su promesa a la CIA de no perseguir a tantos relacionados con las torturas. Porque perseguir a esas brujas, los autores "intelectuales", como Dick Cheney, que pretende desclasificar secretos de Estado para probar que se evitaron atentados gracias a la confesión de los torturados, o como John Yoo, tenebroso letrado que da conferencias sobre la efectividad de los tormentos, y como George W. Bush, quien autorizó personalmente el programa de interrogatorios de la CIA a comienzos del verano de 2002 sería demasiado para el arrojo de un presidente que intente agotar la legislatura en la Casa Blanca.
Pero no perdamos cuidado, la farsa se consumará y todo seguirá igual. Como aquí la monarquía y el dominio de la mentira y del dinero que son el motor de la sugestión colectiva. Poderes todos, que –¡qué vergüenza!- sólo aguantan porque tienen policías, seguridad privada y mercenarios sin cuento. De todos modos, veremos cuánto queda para que toda la carpa del circo se venga abajo estrepitosamente. A mi juicio y el de muchos, la democracia capitalista y el capitalismo están agotados. La inteligencia del mundo en pleno siglo XXI exige ya subir un nivel de la conciencia colectiva, lo que equivale a no permitir que la farsa siga siendo el género favorito de la representación política. La política debe pasar a la comedia y mejor al drama.