Jorge López Ave Insurgente
Mario confiesa que él pensaba que era una persona de izquierdas. Y dice que cumplía a la perfección con el guión. Una breve militancia en el PCE a finales de los setenta, afiliado desde siempre a CC.OO, comprador y defensor a ultranza del diario El País, escuchante de la Cadena SER, votante de IU en toda ocasión, (salvo dos veces que tuvo miedo de la derecha y votó al PSOE), odio visceral a todo lo que huela al PP, opinión formada que Cuba es una dictadura cruel que no deja salir a la gente del país, que Chávez es un populista con tics autoritarios, que el capitalismo con algunas reformas y administrado con ética por buenos gestores progresistas, es el menos malo de los sistemas, y que en Europa en general, y en España en particular, no se vive tan mal. Incluso, para confirmarse, pensaba que dónde iba a vivir mejor su hijo, aún desempleado, que en esta parte del mundo, donde tiene la nevera a rebosar y dinero para salir los fines de semana.
Mario no tuvo una revelación ni cambió por una charla de una compañera de trabajo, ni siquiera por un documental sobre la crisis, que lo dejó insomne una noche entera para que se le movieran las ideas. Fue por todo ello y por más cosas que no nombra, que rompió la burbuja y salió.
Mario dice ahora que estaba equivocado. Que lo engañaron, que se dejó llevar por la comodidad de no pensar. No entiende por qué estuvo afiliado a un partido que renunció a destruir el capitalismo monárquico, a cambio de una legalización que le permitiera sobrevivir a cuatro dirigentes que acabaron apoyando al PSOE. No entiende qué sigue haciendo en CC.OO cuando es un engranaje más del sistema, cuya única función es firmar convenios y paralizar luchas para que haya “paz social”, a cambio de dinero de los Presupuestos Generales del Estado. No entiende qué hace comprando El País y oyendo la SER cuando es una evidencia que pertenecen a una empresa cuya única misión es ganar dinero y que defiende el sistema con uñas y dientes. No entiende por qué no conocía prensa alternativa como Insurgente, Kaos, La Haine o Rebelión. No entiende por qué vota a IU si allí donde puede cogobierna con el PSOE, un partido que ha dado mil veces prueba que lo de “socialista” y “obrero” le viene muy pero que grande. No entiende porque no se bate por Cuba si ha dado muestras de una dignidad invencible, ni porque no se preocupa por saber qué está pasando en Venezuela y cómo se está pariendo socialismo. No entiende por qué no se dedicó un minuto a pensar que la opulencia europea es directamente proporcional a lo que esquilma en el tercer mundo.
Mario piensa en la jugada maestra de este sistema, que vendió como producto “izquierda”, ideas y acciones destinadas a que el capitalismo siga vivito y coleando. Y en cómo dirigentes de esa “izquierda” vendieron todo el bagaje histórico de miles de abnegados militantes, a cambio de una poltrona desde donde hablan de cambiar de a poco para que no se asusten las clases medias. Le agrada haber descubierto la farsa a tiempo.
Mario confiesa que él pensaba que era una persona de izquierdas. Y dice que cumplía a la perfección con el guión. Una breve militancia en el PCE a finales de los setenta, afiliado desde siempre a CC.OO, comprador y defensor a ultranza del diario El País, escuchante de la Cadena SER, votante de IU en toda ocasión, (salvo dos veces que tuvo miedo de la derecha y votó al PSOE), odio visceral a todo lo que huela al PP, opinión formada que Cuba es una dictadura cruel que no deja salir a la gente del país, que Chávez es un populista con tics autoritarios, que el capitalismo con algunas reformas y administrado con ética por buenos gestores progresistas, es el menos malo de los sistemas, y que en Europa en general, y en España en particular, no se vive tan mal. Incluso, para confirmarse, pensaba que dónde iba a vivir mejor su hijo, aún desempleado, que en esta parte del mundo, donde tiene la nevera a rebosar y dinero para salir los fines de semana.
Mario no tuvo una revelación ni cambió por una charla de una compañera de trabajo, ni siquiera por un documental sobre la crisis, que lo dejó insomne una noche entera para que se le movieran las ideas. Fue por todo ello y por más cosas que no nombra, que rompió la burbuja y salió.
Mario dice ahora que estaba equivocado. Que lo engañaron, que se dejó llevar por la comodidad de no pensar. No entiende por qué estuvo afiliado a un partido que renunció a destruir el capitalismo monárquico, a cambio de una legalización que le permitiera sobrevivir a cuatro dirigentes que acabaron apoyando al PSOE. No entiende qué sigue haciendo en CC.OO cuando es un engranaje más del sistema, cuya única función es firmar convenios y paralizar luchas para que haya “paz social”, a cambio de dinero de los Presupuestos Generales del Estado. No entiende qué hace comprando El País y oyendo la SER cuando es una evidencia que pertenecen a una empresa cuya única misión es ganar dinero y que defiende el sistema con uñas y dientes. No entiende por qué no conocía prensa alternativa como Insurgente, Kaos, La Haine o Rebelión. No entiende por qué vota a IU si allí donde puede cogobierna con el PSOE, un partido que ha dado mil veces prueba que lo de “socialista” y “obrero” le viene muy pero que grande. No entiende porque no se bate por Cuba si ha dado muestras de una dignidad invencible, ni porque no se preocupa por saber qué está pasando en Venezuela y cómo se está pariendo socialismo. No entiende por qué no se dedicó un minuto a pensar que la opulencia europea es directamente proporcional a lo que esquilma en el tercer mundo.
Mario piensa en la jugada maestra de este sistema, que vendió como producto “izquierda”, ideas y acciones destinadas a que el capitalismo siga vivito y coleando. Y en cómo dirigentes de esa “izquierda” vendieron todo el bagaje histórico de miles de abnegados militantes, a cambio de una poltrona desde donde hablan de cambiar de a poco para que no se asusten las clases medias. Le agrada haber descubierto la farsa a tiempo.